La columna de Eugenio Vega: ¿Sabes que nuestros vecinos ya se han comprado un menhir?

La columna de Eugenio Vega: ¿Sabes que nuestros vecinos ya se han comprado un menhir?

En Obélix y compañía, Goscinny y Uderzo (1976) cuentan cómo un genio de las finanzas (joven y ambicioso) convence a Julio César para que compre a los habitantes de la aldea gala cuantos menhires puedan producir, que son muchos. Y para recuperar parte del dinero público que han invertido en tal enredo, animan a los ciudadanos de Roma a comprarlos, haciendo ver lo “necesario” que es un menhir para alguien que se precie de estar a la última: “¿Sabes que nuestros vecinos, los Incongruentus, ya se han comprado un menhir? ¡Están más contentos…!”, le dice una mujer a su marido en el circo. Sabido es que la historia termina con el estallido de una gran burbuja que dejó en la ruina a muchos romanos imprudentes que habían entrado en una industria, la del menhir, que prometía grandes e  inmediatos beneficios. 

No parece que la idea de crear necesidades para fomentar el consumo sea lo más razonable en una crisis en la que hay algo más que un desajuste entre oferta y demanda. El diseño puede servir para resolver los problemas más acuciantes a que nos enfrentamos. Para ello debe impulsar una nueva forma de cooperación que atienda esos desafíos, de tal manera que permita, en definitiva, “diseñar para el mundo real”.

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