Hemos convertido todo en un ordenador: desde las infraestructuras críticas a los hospitales, las administraciones públicas, las universidades, las empresas, nuestros cuerpos, nuestra ropa, nuestros electrodomésticos. La electricidad.
Así que si se cayera, todo dejaría de funcionar, y se produciría además un efecto en cadena, dominó, porque afectaría incluso a servicios que no están conectados a la red.