«Después de diez años dedicándome al análisis crítico de las tecnologías me ha tocado muchas veces tener que encajar el golpe de los que te lanzan a la cara la palabra tecnófobo como una mezcla de insulto y ataque. No obstante, lo que he constatado es que el pensamiento mítico e irracional no está del lado de los críticos, sino precisamente de los defensores de la tecnología. Como muestro en mi libro, son sus posiciones las que no se pueden separar del mito del progreso, de una sobrevaloración de las posibilidades reales de la tecnología para resolver los problemas presentes o incluso de una nueva forma de religiosidad que ha puesto a científicos, ingenieros y sus creaciones tecnocientíficas en el lugar que anteriormente jugaran los sacerdotes y la fe en la salvación. De ahí el hablar de una auténtica filia, una adoración en muchos casos irracional que por desgracia no atañe a la técnica en general, sino a esa técnica particular que es la tecnología.».